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miércoles, 17 de enero de 2018

en el vecindario

No sé si me odiaran los vecinos, como bien sé, sufro de alteraciones del sueño capaces de tumbar a un caballo. Esta afirmación no creo que se acerque a la realidad puesto que nunca he visto a un caballo ni equino ni cuadrúpedo con este trastorno. Aún así, estoy seguro de que alguno habría a lo largo de la historia, no creo que esté documentado pero puede que si, no realicé ningún tipo de investigación previa a si que, ya veis, estoy completamente desinformado al comenzar esta entrada.
Creo que los vecinos efectivamente me odiaran un poco, hago café a las 3 de la mañana, defeco a las 2.30 am, veo series y arrastro la silla alrededor de la habitación intentando encontrar un angulo interesante para pasar el rato. También se me caen libros y el sábado pasado di de bastonazos al techo por que el vecino dejó caer pesados objetos sobre su suelo carente de alfombra, salió por la ventana a gritar cosas, ninguna de ellas buena.
Creo que es mejor extirpar de la memoria todo lo leído hasta ahora por cuestiones de salud mental y por la intrascendencia de lo expuesto. Me voy por las ramas, siempre lo he hecho y creo que siempre lo haré, tengo una mente un tanto simiesca. Lo que quería explicar es que cuando la falta de sueño ataca, muchas veces se percibe un muro en medio de la oscuridad que resalta por ser mas negro que el vacío. Detrás de este muro habitan, la mayoría de las veces, monstruos alados devoradores de fetos con cruentas intenciones. Se mantienen por lo general lejos del día a día y solo se los ve deambular por el borroso jardín onírico, sombras palpitantes acechando en los paseos nocturnos. Al entrar en estados de falta de sueño con la imposibilidad de satisfacer esta valiosa necesidad, la linea divisoria, sabiamente trazada, entre el sólido mundo y la vaporosa ilusión, se desvanece, se vuelve intermitente y por entre los agujeros aparecen garras y colas y restos con formas indefinibles, muchas veces imposibles. Se cierran los ojos y detrás del telón se mezclan pensamientos con realidades, con recuerdos y sueños y todo se vuelve un torbellino de escasa lógica e imposible comprensión. Me gusta esta alocada oscuridad, me gusta ver a los pulpos deambular por el huerto, por entre las cebollas, mas allá de las patatas y un poco antes de las cabezas reducidas. Lo hace todo mas colorido e interesante, pero oye, de esto ni una palabra, no quiero terminar encerrado en una loquería. Recuerdo hace algunos años, ya exhausto me encontraba de un largo día que era aun largo en el horizonte, empecé a ver las nubes, apreciando imposible el dormir en un futuro cercano, apoyé la cabeza en una superficie dura para verlas pasar. Al principio era todo correcto, todo real, pero luego vi las formas, primero borrosas y luego bastante mas definidas, de lo que vendría a ser una lucha de demonios con dioses olvidados, vi carruajes en llamas, animales feroces y jeroglíficos. Toda esta escena tenia sentido, puesto que desde la fantasía óptica se transmitía a mi cansado cerebro un pensamiento de épica y exaltación. Yo puedo atestiguar de que en todo momento fui consciente de aquella irrealidad, es decir, no caí en la locura alucinatoria, si no en la cordura alucinatoria, aquella capaz de discernir de entre las ilusiones visuales y mentales. En definitiva, tengo insomnio y no puedo dormir.

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