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miércoles, 14 de marzo de 2018

La pared de carne.

me he sentado aquí, en mi solemne silla para relatar algunos hechos acaecidos hace tan solo unas pocas decenas de horas, hecho que menciono por su importante irrelevancia, su brillante ausencia de interés. Por ello, cuando sea hora de escribir mis memorias entre los estertores entrecortados que anuncian una muerte inminente y seguramente necesaria para acabar con la decrepitud que trae consigo muchas veces la vejez, lo incluiré, como anécdota que me hubiese podido ahorrar.
El asunto es que ayer por la mañana tuve que desnudarme de las sabanas muy temprano, mas de lo necesario (es que soy a veces un agonías y me estreso porque solo tengo 5 horas de margen para hacer un viaje de 30 minutos) para coger un avión a Mallorca. Debía presentarme en la isla para recoger un equipo que atestigua que soy un profesional de mi profesión y no un avenido iluso y farsante en sus fantasías.
Llegué temprano al aeropuerto, lo suficientemente temprano como para terminar el libro que había llevado como lectura y lo bastante holgado de tiempo como para sentarme en un retrete por tiempo indefinido mientras leía chistes por el internet del teléfono. Fue la hora de embarcar y no hubo retrasos ni nada memorable. El avión despegó y aterrizó y la naturalidad con la que lo hizo me recordaron lo necesitado que estaba de cafeína, ningún espasmo muscular, ninguna emoción, ningún olor, sonido o cosa mencionable me vienen ahora a la mente de ese vuelo. Tal vez la mirada de reojo sobre el escote de la mujer de origen árabe (deduzco y creo) que dormitaba a veces clavada en el asiento delantero, a veces pegada a mi hombro y otras veces con la cabeza dobla hacia atrás de forma que lo hacían a uno temer por la inminente fractura de sus cervicales y las consecuencias que ello acarrearía. A parte, nada. laguna, salir del aeropuerto, caminar a tomar el bus a la ciudad, sol, brisa agradable, bus, pagar, olor a pedo, luego extrañamente el olor a incienso, una mujer negra sentada a mi lado que daba una agradable sensación de hogar y algo conocido. Bajarme y no saber muy bien que hacer.
Palma de Mallorca tiene una plaza muy bonita llamada Plaza España, durante el día está llena de turistas con cabezas doradas, estudiantes, Testigos de Jehová vendiendo esperanza desesperados en improvisados kioskos repletos de panfletos religiosos, trabajadores y mamíferos humanos y dóciles en general.
Por las noches no es así, se llena de borrachos, camellos y travestis ¿que cómo lo sé? por que he estado allí, recién llegado de un vuelo mal planificado, de perder un barco o un bus.
Por las madrugadas los camellos se van, los gamberros se sientan agotados, los borrachos se duermen y aparece una larga cola de vagabundos y desharrapados delante de una puerta de Cáritas, en espera de un desayuno. ¿que cómo lo sé? allí he estado ¿por qué? no sé, evito pensar en ello.
Pues nada, allí estaba, bajo el sol de la plaza sin saber muy bien que bus tomar. pregunté en un kisco y toda duda se disipó.
Acortaré lo que hice en Mallorca por representar una falta de interés increíble y porque me aburre pensar en ello. Pasaron algún par de cosas que podría explicar pero no lo haré por que ya estoy cansado de escribir y lo único que quiero es ir al baño y tomarme un té (o tomarme un té en el baño, ya veré luego).
Ya de vuelta en el aeropuerto y cargado con las cosas que había ido a buscar y que amablemente me habían guardado unos conocidos por algo mas de un año, me dirigí alegre y nervioso al mostrador para facturar el recién adquirido equipaje.
Alegre por dejar la isla y volver a casa para dormir (llevaba todo el día dando vueltas desde muy temprano y me encontraba un poco cansado) y nervioso porque me olía desde hace un rato problemas con el equipaje a facturar.
llegado al mostrador mi nervio se confirmó y se solucionó sin darme cuenta, sonreír es un buen arma, también ser muy guapo como lo soy yo, eso siempre ayuda. Al final no había nada de qué preocuparse. Así que tampoco mencionaré el conflicto y la solución por la falta de drama que eso representaría.
Y ahora llegamos al punto que quería llegar, a las señoras, sobretodo a las que caminan juntas, pegadas casi, hablando en germano o inglés, señoras grandes, rollizas que forman infranqueables murallas de carne en el unico camino posible. Señoras que caminan lento, muy lento y que carecen de empatía y de capacidad observativa del entorno en el que se encuentran. Señoras que no se dan cuenta de que están estorbando con su lentitud porque se encuentran muy ensimismadas comentando el Kuchen, el Apfelstrudel, el fucking kidney pie recipe. En fin, al final me puse nervioso y las empujé suavemente disculpándome en al menos cuatro idiomas numerosas veces. Me comí sus miradas fulminantes llenas de odio y rencor, propio de las señoras que tienen una edad emocional de adolescentes de 13 años.  Al pasar percibí que me siguieron unas pocas personas, aprovechando el boquete abierto en el muro cárnico y que yo era el principal objetivos de sus pupilas inyectadas de odio infantil.

Y eso.

Iros todos a la mierda.

Que os folle un pez.

Que el pez os embarace..

Que de vuestro embarazo nazca un nuevo tipo de humano denominado ictio sapiens sapiens, conquistador de los mares.