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no qué de qué

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Soplido se lleva las hojas secas.

Sopla bendito, sopla, hasta que los pulmones llenos del liquido amargo dejen de sentir esas palabras evitadas por la sombras, que oscurecen con sus cantos agridulces a los cerdos internos y nos muestran sonrientes la tapa del lavabo. Vomitando, el vomitivo apecto de ete sentido es que así como sopla el viento en las copas de los arboles, sopla tambien en nuestras vertebras desechando lo iracundo, lo ufano, lo amable y lo honesto, pequeñas migajas secas del pan de mediodía que merendaron voraces unas hormigas con cascos policiales. Buscando el quehacer máximo se viene encima nuevamente esa ola pasada, pasada de moda, pasada del tiempo presente. Ola estupida que revuelve desde fuera lo interno y confunde con acciones frias y poco calculadas la vehemencia del asunto. Mal rollo mis señoras, mal rollo mis señores, mal rollo me da incluso el hablar de amores pues estos como una tortuga borracha se esconden bajo las ruedas de los coches esperando ser aplastadas y encontrar en este acto tan inmundo el encanto necesario que podría tener el no ser ya mas nada. Sopla, sopla bendito sobre las heridas causadas por el silencio, por la incertidumbre de la noche, por el vacio innecesario de los cuenco de tus ojos. Sopla, sopla bendito sobre el mar, hincha ya mis velas y llevame lejos, o mejor llevate lejos todo dejando sobre mi piedra lo unico que hay; un grano de arena con cristales de sal. Sal del mar mas dulce, sal desabrida ¿quien la podrá salar? dejemos que el tiempo decida. Sopla, sopla bendito...

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que coño es esto?