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sábado, 26 de diciembre de 2009

El tanatorio.

Teniendo en cuenta que llevo algunos años como investigador de sucesos extraños, el otro día encontré por pura casualidad un caso archivado hará algún tiempo (mientras limpiaba mi escritorio de pegotes de café y cigarrillos) que me causó grata curiosidad. Sucedió en una gran mansión a las afueras perteneciente a un millonario excéntrico que no dejó descendencia, vivían solo él y su mayordomo, los dos eran hombres aparentemente solitarios y bastante mayores. La historia consta de dos cartas, las transcribo para que saquéis vuestras propias conclusiones.

Carta 1: Nota de suicidio de Wilhelm Von Erick.

Mi esposa fue y es la única mujer a la que amo, sin ella el mundo a perdido sentido, cuando voy a cenar, a desayunar o a sentarme en mi jardín todo me parece oscuro y sombrío sin su presencia. Lo único que me mantiene con vida es la presencia de August, mi mayordomo y mejor amigo, él siempre ha estado a mi lado y sé que entenderá esta decisión. Tengo ya 93 años, mi vida fue feliz hasta los 46, que fue cuando mi mujer murió de una neumonía que cogió un invierno especialmente frío y que la llevó a consumirse durante meses. Ella siempre fue delicada, puedo recordar su piel blanca y transparente todos lo días y con absoluta claridad. Desde entonces la casa se siente vacía melancólica. A todos lo que vivíamos entonces nos afecto mucho su muerte, especialmente a August y a mi. Tiempo despues de este trágico suceso los criados comenzaron a irse aterrorizados, decían que veían a la señora de Von Erick pasearse por los pasillos y esto les causaba al parecer gran tristeza y horror. Hubiese deseado verla, que me cogiera de las manos y me llevara con ella hacia lo desconocido. August se quedó conmigo, sé que amaba en secreto a mi esposa y por ese amor me ha cuidado con cariño todos estos años, lo comprendo, dudo que exista alguien que no hubiera caído enamorado por sus encantos después de hablar con ella un par de horas. Por eso he apelado al amor de August para que me mate, el comprende mi dolor y aunque al principio se ha negado cedió cuando mencioné a Irina. Pensó en la muerte mas dulce y esta noche en mi cena pondrá una fuerte dosis de somniferos. Solo pido que entendáis a August porque esto lo ha hecho por amor.
Deseo que mi entierro sea sencillo y que caven mi tumba junto a la de mi mujer.

Wilhelm Von Erick.


Carta 2: Narración de August Jeerlaber.

En esta carta expreso mi deseo de explicar que sucedió en la muerte de mi amo.
Hace algunas semanas me llamó a su despacho en la torre y me ofreció una copa de vino, luego insistió en que me sentara junto a él en uno de los sillones de la chimenea. Acepté, puesto que es siempre muy agradable conversar con él de lo humano y lo divino. Después de algunas horas me confesó que era su deseo morir durmiendo y me pidió que le ayudara en esta tarea. Me negué al principio y recurrí a muchos versículos, pero él al final mencionó a Irina, la mujer mas bella que nunca he conocido y le entendí perfectamente, de este entendimiento comprendí que era mi deber aliviar su dolor por la vida, de hecho, al comprender le envidié por entrar en lo desconocido y poder ver a su mujer antes que yo. He de confesar que la señora Von Erick es para mi el único amor posible, tanto en su vida como en su muerte solo ella ha podido entrar en mi corazón y habitar en él para siempre. Cuando murió todo perdió significado y lo único que me quedaba era el amo, que la tocó y la amó, compartíamos nuestro dolor, él como esposo, yo como amante. Esto nos llevó a una gran amistad que ha durado todos estos años.
Decidimos que su muerte sería de noche y en la cama. Compré somníferos y los mezclé en su cena, que cociné con gran esmero por ser su último placer carnal. Descorché una botella de vino que estaba oculta en lo profundo de la bodega y que descubrí una vez en mi niñez jugando allí. El vino mas delicioso que nunca he probado y que nunca volveré a probar. Estuve de pié junto al amo mientras comía, estaba silencioso y solemne, en la habitación se respiraba cierta tensión y parecía mas oscura de lo habitual. La mesa de caoba parecía mas brillante y sólida. El amo parecía mas tranquilo y feliz, por lo que me sentí bien. Empezó a bostezar y lo ayudé a ir hasta su habitación, le desvestí y le puse el pijama mas elegante que tenía. No sé porque pero cuando lo cubría con las mantas me dieron ganas de abrazarlo y así hice, murmuró unas palabras que aún recuerdo: Gracias August, gracias por cuidarme y gracias por tu inmensa amistad. Buenas noches.
Yo le respondí que la gratitud era mía y le deseé buenas noches. Apagué la luz de su mesilla salí de su habitación y esperé antes su puerta de pié y con las palmas de las manos hacia arriba, intentaba invocar el perdón y el amor de Dios, oré mucho, no sé cuánto tiempo pero fueron mas de tres horas.
Cogí el picaporte de su puerta y lo giré suavemente, allí estaba mi amo, tendido en su cama con una sonrisa de satisfacción y calma. Me acerqué, aún respiraba un poco. Me senté a su lado y escuché un suspiro muy suave: Irina...
No respiraba más. Su corazón ya no latía.
Fui a mi habitación, me puse el pijama e intenté dormir. Cuando estaba a punto de conseguirlo percibí una luz, había alguien mas. Se movía por mi cuarto, entreabrí los ojos y pude ver a Irina pasearse alegre, con la alegría que la caracterizaba, muy silenciosa abrió la ventana y se paró ante ella.
Empecé a orar: Padre nuestro... no me salía la voz, Irina oró por mí. Que estas en los cielos... Intenté orar con el pensamiento mientras veía como se movían sus labios. Santificado sea tu Nombre, trae a nosotros tu Reino... empezó a desvanecerse... y hágase tu Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo... cada vez estaba mas transparente... El pan de cada día dánoslo hoy, perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores... su voz se hacía lejana, pude orar en voz alta... No nos dejes caer en la tentación mas líbranos del mal... pude incorporarme y sentarme en la cama... Pues tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria... Amén... Desapareció del todo y pude escuchar una última palabra suya: Sígueme August.
Así lo haré señora.
Escribo todo esto para que sepan lo que ha pasado y el motivo por el cual hay dos hombres sonrientes muertos en esta casa. Espero sirva la presente para ahorraros tiempo en las investigaciones.
Coordialmente
August Jeerlaber.



Leídas ya estas dos cartas no puedo evitar pensar en la vida, el amor, la muerte y lo desconocido. Espero haya sido grata esta historia. Realmente me intriga mucho ese lugar, no todos los días se presentan casos como estos.
Un saludo y mis mejores deseos.
Diegof Zlavenzer

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