Primero lo que hizo el ser despreciable fue tirarme un caca de perro al pecho. Un zurullo jugoso y maloliente que en el impacto al final de su trayecto no pudo evitar esparcirse como la mermelada. Entonces furioso le grité: pero que te pasa birria, infrahumano, adefesio pinchado en un palo!
No soportando estos insultos se deslizó a grandes zancadas entres la oscuridad y me puso las manos alrededor del cuello con indudable intención de acabar con el torrente sanguíneo que corre por mis arterias. No pudiendo tolerar esta falta de delicadeza por su parte me tuve que defender, siempre he procurado evitar esta clase de enfrentamientos y no puedo ocultar el hecho de haber tenido cierto éxito en dichos esfuerzos. Pero esa vez fue distinto, una ira testicular subió repentina por mi ombligo y dominó cual jinete todas mis acciones. Así que en vez de esperar mi muerte en sus manos como hago normalmente, di un cabezazo hacia su enorme nariz con relativa puntería. No puedo explicar con certeza lo que sucedió entonces, se hizo un amasijo de brazos voladores, piernas inquietas pateando excitadas el aire.
¿el aire? Sí, puesto que mi enemigo después de tirarme caca, de romperme levemente la nariz y de morderme rabioso un brazo desapareció convertido en arena. Antes no creía en monstruos, ahora si.
jueves, 13 de mayo de 2010
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que coño es esto?